lunes, 27 de diciembre de 2010

GARDEL – NACIONALIDAD


GARDEL – NACIONALIDAD

DETERMINISMO GEOGRAFICO
O ENTIDAD GENUINA

Juan Carlos Esteban



A raíz de la publicación en la página http://crgardel.blogspot.com, titulada “GARDEL - NULIDADES DOCUMENTALES Y PRETEXTOS”, un forista del sitio "TODO TANGO", dedujo que, al ser auténtica la nacionalidad francesa de Gardel, éste deja de SER (1) argentino. En consecuencia saca la conclusión que es falsa, entonces, la forma en que lo cataloga la UNESCO, como "Cantor argentino nacido en Francia".
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Desde el punto de vista de las formalidades legales, si se lleva adelante la iniciativa de anular, por falsedad manifiesta el “SALVOCONDUCTO” N° 10052/20 , que fue el instrumento de origen del cual emanó la documentación posterior, se habilitaría la discusión, sobre la legitimidad de su ciudadanía argentina, o caducaría automáticamente.

Creo, sin embargo, que es una cuestión, sin entidad suficiente para abrir un debate y que el tema transita por otro andarivel.

Para mi exclusivo juicio, la denominación de la UNESCO amerita una sola interpretación. Dejando por un momento la “juridicidad,” voy a fundamentar aquella frase popular: “UNO NO ES DE DONDE NACE SI NO DE DONDE SE HACE”
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Por lo tanto, considero que esa inquietud, manifestada por el citado “forista”, tiene dos vertientes.
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a) Una, resulta de su pertenencia geográfica, que no deja de ser un accidente biológico y fortuito, que se inscribe en la formalidad de los hechos objetivos, documentados.
No hay duda que en su vida terrena, salvando la registración fraguada, era francés, como única constancia legitima. Si hubiera formalizado su Testamento ológrafo, en vida, automáticamente, caían sus otras nacionalidades sustitutas, incluida la Argentina. Pero como esto ocurre a 75 años de su desaparición física, amerita todo un debate jurídico.
b) La otra vertiente, tiene connotaciones ontológicas y tiene que ver con el SER, en toda su dimensión y sus propiedades trascendentes.No hay duda entonces, que entramos en un terreno de elación, donde la condición humana se eleva sobre las meras circunstancias terrenales. Pasa a ser – por lo tanto - una cuestión metafísica.La dimensión histórica en Gardel, queda impresa, más allá del acto formal y administrativo. Su identidad artística, inconfundiblemente argentina y su profundo sentimiento criollo, lo sitúa como un compatriota, intransferible y arquetípico.
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Por último, el nacimiento es un mero hecho biológico accidental lo mismo que el lugar territorial, donde no interviene la decisión deliberada del sujeto; su libre albedrío. Por contraste, la ciudadanía, formalmente, ilegal o no, comporta un compromiso constitucional, solemne de servir a la patria; en este caso la República Argentina. No es un mero trámite; es un acto volitivo que entraña una profunda convicción, al asumir obligaciones, hasta las últimas consecuencias, sin contrapartida o beneficio.

A los efectos prácticos de su actividad profesional, era irrelevante. Se manejaba con su Pasaporte y o CÉDULA.
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Personalmente me inclino a pensar que, por la elección de su lugar de residencia, como por el amor y el apego que trasuntaba su trayectoria artística, inconfundiblemente argentina, la decisión le venia desde su temprana niñez y su educación cívica.
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Es más, Gardel forjó una formidable personalidad que, después, en una curiosa transmutación, vino a caracterizar al hombre porteño. Fue su arquetipo fundacional, que resumió en él, la multiplicidad étnica e idiomática diversa que trajo el componente inmigratorio y, luego lo forjó en el "SER" argentino.
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Ocurrió, en ese instante mágico e irrepetible de los inicios; del alumbramiento. Fue cuando las proas vinieron a fundarme la patria, parafraseando a Jorge Luís Borges, en un poema memorable.


viernes, 17 de diciembre de 2010

A los 120 años, arde Gardel







A los 120 años, arde Gardel

Carlos Villalba Bustillo


Hace 120 años nació un purrete en cuya vida todo condujo a la leyenda: el enigma de su alumbramiento, sus pioladas de cafiolo, sus lances de patotero, su genio musical y su muerte trágica. Desde muy joven, Gardel se descubrió el don del canto y resolvió jugársela por sus atributos, pero la adolescencia le retuvo parte de su timidez. No obstante, su sangre le encendió la vocación y esta le enseñó a administrar los triunfos y los tropiezos.

El origen de esa sangre que le encendió la vocación también ha encendido, en los últimos meses, la polémica sobre el lugar de su nacimiento. El Ministerio de Educación argentino acaba de borrar de la biografía de Gardel en su página web el nombre de Toulouse, como había borrado el de Tacuarembó en el 2008. Contra los facsímiles del libro de Monique Ruffié de Saint-Blancat, Juan Carlos Esteban y Georges Galopa, el historiador Israel Álvarez de Armas adujo, para conseguir el borrón, el registro de ciudadanía de Gardel en el consulado uruguayo de Buenos Aires, su cédula de identidad, su carta de ciudadanía, su libreta de enrolamiento y su pasaporte.

Si en dicha página no aparece Gardel nacido en Toulouse ni en Tacuarembó por cuenta de la pugna entre francesistas y uruguayistas, que la ciencia defina si era provenzal u oriental. Que el ADN de sus huesos, los de Berta Gardes, los del coronel Escayola y los de María Lelia Oliva acaben con el misterio. Ya no hay intereses económicos de por medio y la figura del personaje no será de mayor o menor dimensión si Uruguay le gana el pulso a Francia. Si lo gana Francia, que Juan Carlos Esteban organice en Toulouse otros juegos florales como los de 1343 y que Martina Iñiguez lo secunde como promotora del acontecimiento.

Oponerse a que la ciencia diga la última palabra sobre una verdad tambaleante, apenas probable, derrama sospechas sobre la sinceridad de los opositores y sobre su convicción respecto del hecho que argumentan. Si hay una figura del arte popular latinoamericano que merece una patria cierta para su gloria es Gardel. Y eso no depende ya de lo que dijeron Nelson Bayardo y el Centro de Estudios Gardelianos, sino de lo que concluya un genetista serio. Dígase lo que se diga, el Gardel que el mundo confundió con Buenos Aires y su belle epoque no desaparecerá.

Toulousino o tacuaremboreño, la voz viril del cantor trocó en rosal la maleza que había salido de los lupanares para que más tarde los clubes de Hansen, Laura y El Tambito hicieran las delicias de la alta burguesía porteña. El tango-danza le cedió el paso al tango-canción. Las notas de una letra de Pascual Contursi con música de Samuel Castriota (Lita o Mi noche triste) variaron la historia en 1917. Pero en el ir y venir de la novela rosa y la leyenda negra columpiaron a Gardel de la beatitud a la depravación. El mundillo del póquer y los hipódromos contribuyó a esa doble visión en la que convivían el atorrante y el caballero.

Sin embargo, el actor que emplumó en los tablados de la farándula criolla cayó de pie en el celuloide de jerarquía. La Paramount abarrotó las taquillas, y las nuevas ganancias y la felicidad resarcieron al Zorzal con las versiones cinematográficas de Melodía de arrabal, Cuesta abajo, Luces de Buenos Aires y Tango bar.

Lamentablemente, como preludio de la catástrofe que acechaba. A Medellín le cupo el doloroso honor de verlo morir.

Murió el hombre y nació el mito. Un mito que revive las siluetas del arrabal, el bullicio de los cafetines, el repique de los organillos y el canto de los payadores en una capital "que se construyó sobre el pentagrama de un tango". De ahí que el rasgo de mayor relieve en el recuerdo de Gardel, el inquilino de tantos corazones, sea la apoteosis de su permanencia.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Paisaje de diciembre

Versalles de Junín

Paisaje de diciembre

Víctor Bustamante

Cuando a la sombra del ebrio cielo
estallan en su abismo de cristal los fuegos artificiales que arrojan los niños creyendo sembrar estrellas y las observan apagar como si no pudieran fijar cada uno la suya entre otras estrellas viajeras
que son los globos multicolores azotados por el soplo de la vela que es el corazón que huye.
Entonces
regreso al mundo que son mis pasos
sobre el asfalto
esa rugosa piel que recorro cada día
como si estuviera hecha de destino.
Piel de diciembre
escamoteada
por las flores mustias en su eterna noche
cuando la música flota en los suburbios con los solitarios
escuchando puertas para cierto inventario que son las astillas de diciembre
cuando de la nada aparecen tarjetas con mensajes como palabras viajeras
que golpean las paredes del alma.